NO BUSQUES DEFECTOS EN LOS DEMÁS SINO VIRTUDES

Con frecuencia es más fácil mirar los defectos de los demás: Mirar en dónde se han equivocado, mirar en dónde han fallado, e incluso tenemos una mirada de escasez, fijándonos en lo que les falta a los otros, lo que no han tenido. Nos enfocamos en lo que decimos que es malo de las personas, lo que decimos que no es sano en su persona. Y eso no ayuda muchas veces.

Es necesario no sólo quedarnos en esa mirada, sino llevar la mirada mas allá y ver que también que hay cosas buenas en las demás personas. 

Pensemos en si alguna vez hemos criticado a alguna persona. Vamos a pensar concretamente en alguien que sirva a la iglesia, quizá porque te ha respondido mal, quizás porque no ha tenido el tiempo necesario para escucharte, para atenderte. Duele mucho que algún servidor de la iglesia, algún representante del Señor, se equivoque, que falle, pero no son todos. E incluso esa persona que en algún momento te falló puede ser que también haya pasado un momento difícil, algo que le haya perjudicado en el momento, pero no significa que siempre va a vivir y comportarse de esa manera.

¿Qué pasaría si nuestra mirada la cambiamos y nos fijamos en lo bueno?

Nos podemos fijar en las virtudes, en las cualidades de esa persona, y no solo mirar los fallos, los defectos, donde se equivocó, lo que me hizo, lo que me dijo.

¿Qué pasaría si, en lugar de mirar lo malo, miramos lo bueno del otro?

Santa Teresa nos invita a que, cuando tengamos la tentación de mirar algún defecto de otra persona, volvamos la mirada a nosotros mismos o incluso mejor, si tenemos la tentación de ver los defectos en los demás, buscar e intentar ver las cualidades de los demás. Pensar qué cosas buenas puedo descubrir en esa persona, porque nadie es tan malo como para que no tenga virtudes ni cualidades. En todas las personas podemos encontrar algo bueno.

Cuando sientas quizá la tentación de criticar, haz un alto y piensa: quizá la persona está pasando un mal momento, quizá la persona está desconectada de sí misma, por eso reaccionó de tal o cual manera. Podríamos también elevar una oración por esa persona para ayudarla. Pero no te quedes en aquello que crees que es malo, ve más allá y mira también las cosas buenas que pueden suceder en el otro, en la otra persona.

Además siempre existe la posibilidad de la corrección fraterna. Acércate a la persona y dile: "Esta actitud, esta forma no es buena ni para ti ni para los demás".

La corrección fraterna es un acto de amor, es una manera de ayudarnos mutuamente a crecer en santidad y en virtud. Pero recuerda que debe ser hecha con caridad y respeto, buscando siempre el bien del otro y no humillarlo.

Jesús nos enseñó que, antes de señalar la paja en el ojo ajeno, debemos mirar la viga en el nuestro. Este es un llamado a la humildad y a la reflexión personal.

Recordemos también las palabras de San Francisco de Asís: "Donde haya odio, que lleve yo amor; donde haya ofensa, que lleve yo perdón; donde haya discordia, que lleve yo unión."

Este es un recordatorio constante de que nuestra misión como Cristianos es ser portadores de amor y reconciliación en un mundo que muchas veces está roto y dividido.

La corrección fraterna no solo debe ser un acto de caridad, sino también una oportunidad de crecimiento mutuo. Cuando corregimos a alguien, debemos hacerlo con el mismo amor y respeto con el que desearíamos ser corregidos. Así, no solo ayudamos al otro a mejorar, sino que también nos enriquecemos espiritualmente.