LOS CATÓLICOS NO CELEBRAMOS HALLOWEEN

Mucha gente cree que es una simple fiesta para los niños, una tradición inocente de disfraces y dulces. Pero la verdad es que Halloween tiene raíces mucho más profundas, y no son precisamente inocentes, es una fecha con orígenes que no están alineados con nuestra fe.

Halloween tiene raíces paganas, específicamente en una celebración de los antiguos druidas celtas, conocida como Samhain. Esta festividad marcaba el final de la cosecha y el inicio del invierno, una época que consideraban propicia para el contacto con espíritus, tanto buenos como malos. Durante Samhain, se creía que los espíritus de los muertos regresaban al mundo de los vivos y, para apaciguarlos, se realizaban rituales que incluían sacrificios humanos y animales.

Ahora, como Cristianos, sabemos que no existe más que un solo Dios verdadero, el Dios de la vida y el amor. Entonces, ¿Qué sentido tiene participar en una celebración cuyas raíces están relacionadas con cultos paganos y la muerte? Cuando profundizamos en los orígenes de Halloween, es difícil ignorar el hecho de que esta fecha, aunque ahora disfrazada de una fiesta "inocente", tiene elementos que no corresponden a los valores cristianos.

¿Y qué pasa hoy en día?

Seguramente alguien te dirá: "¡Pero eso ya es cosa del pasado! Hoy en día Halloween es solo una celebración para los niños, una oportunidad para disfrazarse y pedir dulces". Sí, es cierto que Halloween ha evolucionado y que muchas personas lo celebran de una forma aparentemente inofensiva. Sin embargo, como católicos, no podemos ignorar la realidad espiritual detrás de esta fiesta. ¿Por qué? Porque no podemos celebrar lo que no va con nuestra fe, porque no celebramos la oscuridad, el miedo, ni mucho menos el mal.

Halloween glorifica lo macabro, fantasmas, demonios, vampiros, y criaturas aterradoras son los protagonistas. Incluso hay disfraces que ridiculizan a los santos y lo sagrado. Celebrar Halloween es abrir una puerta a lo oscuro, a lo que no viene de Dios. Jesús nos llama a ser luz en el mundo, no a unirnos a fiestas que glorifican lo contrario.

Ir contra la corriente del mundo

Ser cristiano, en muchos aspectos, es ir contra la corriente del mundo. Y en este caso, ir contra la corriente significa no participar en algo solo porque "todos lo hacen". Puede que otros te miren raro, que te digan que exageras, pero recuerda que Jesús mismo fue contracultural. Él nos llama a ser valientes y a no conformarnos con lo que el mundo dicta.

Hay quienes argumentan que Halloween es solo una costumbre o tradición, pero como ya hemos visto, no todas las tradiciones son buenas o saludables. Hay costumbres que debemos rechazar porque nos alejan de Dios y de lo que El nos pide, que es que seamos sus discípulos, que proclamemos la verdad, y que nos apartemos de aquello que promueve el mal, aunque sea de manera sutil.

Lo que si podemos celebrar los católicos es la Solemnidad de Todos los Santos, que se celebra el 1 de noviembre. Es un día en el que honramos a todos aquellos que ya están en la gloria de Dios, los santos, nuestros verdaderos héroes. Y el 2 de noviembre celebramos el Día de los Fieles Difuntos, recordando a nuestros seres queridos que ya han partido.

Cuidado con las influencias

Otra razón importante por la cual no celebramos Halloween, es que, aunque a veces parece inofensivo, no siempre lo es. El mundo espiritual es real, y no debemos jugar con cosas que no comprendemos por completo. Halloween, aunque parezca un juego, abre puertas a influencias que no vienen de Dios. ¿Sabían que es el día en que más niños desaparecen en Estados Unidos? Tristemente, muchos de esos casos están relacionados con rituales satánicos.

No es por asustar, sino para que lo pensemos bien. Como católicos, estamos llamados a ser prudentes y a discernir con sabiduría las cosas que hacemos y permitimos en nuestras vidas.

Así que la próxima vez que te pregunten por qué no celebras Halloween, no tengas miedo de dar una respuesta firme y basada en la verdad. Diles que, como católicos, celebramos la vida, no la muerte. Que seguimos a Cristo, no al mundo. Que preferimos celebrar a los santos, no a las criaturas de la oscuridad. Y recuerden que aunque ir contra la corriente no siempre es fácil, Dios nos da la fuerza para hacerlo.