COMO PERDONAR DE VERDAD

El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar.

Perdonar y Olvidar

Con frecuencia oímos decir: “Perdono, pero no olvido”. Quien esto dice, en realidad no perdona, porque guarda rencor. De ahí que se diga que no se perdona de verdad cuando, en el fondo, no se está dispuesto a olvidar.

Perdonar es de gran importancia, pues el perdón es esencial para una vida feliz y equilibrada:

“El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar” (Martin Luther King)

Perdón es una palabra que lleva dentro semillas de milagros; semillas sembradas en nuestros corazones por el mismo Jesús, que se alimentan incluso de las ofensas, : cada ofensa recibida es una oportunidad de mejorar nuestra capacidad de perdonar.

El paraíso está detrás de la puerta, se dice, pero muchos han perdido la llave, una llave que se llama misericordia.

Cuenta una leyenda árabe que:

"Dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la arena: 

– Hoy, mi mejor amigo me ha pegado una bofetada en la cara. Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un cuchillo y escribió en una piedra: 

–Hoy, mi mejor amigo me ha salvado la vida. Intrigado, el amigo le preguntó: 

– ¿Por qué después de haberte hecho daño, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro le respondió: 

– Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo."

El error de muchos es pensar que el perdón debe surgir de sus corazones, que es algo que debemos sentir, que debe “nacernos”, en cierto modo. Pero “El perdón es una decisión, no un sentimiento", porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor.

“Lo mejor que puedes dar a tu enemigo es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un hijo, un buen ejemplo; a tu padre, deferencia; a tu madre, una conducta de la cual se enorgullezca; a ti mismo, respeto; a todos los hombres, caridad” (John Balfour).

Cuando alguien es perdonado se convierte en una persona distinta, aunque tarde en reaccionar, y al crecer la conciencia de su valía en consecuencia, se porta mejor.

“Nada envalentona tanto al pecador como el perdón” (William Shakespeare).

Por otra parte, crece también el que perdona, pues “Nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar” (San Juan Crisóstomo).

Perdonar y No olvidar

¿Hay que olvidar las ofensas que nos hacen, o no?

, en el sentido de no guardar rencor, primero porque es perjudicial para uno mismo no perdonar, y segundo porque el perdón es transformar la ofensa en compasión.

Sin embargo, no podemos olvidar haciendo desaparecer de la memoria aquello. Pero si hay que tomar en consideración que Perdonar es superar la ofensa y poder recordar sin rencor.

Además, hay que procurar establecer puentes mientras hay vida (Que no la tendremos siempre). Y lo trágico sería que, en el momento final antes de la muerte, haya enemistades pendientes.

Es mejor que aquí y ahora hagamos las paces, pues no sabemos si luego habrá una ocasión de perdonar. En cualquier caso, hay que amar ahora que hay tiempo, la muerte nos podría quitar esa oportunidad.

Perdonar es un ejercicio de las virtudes, porque para perdonar se necesita de caridad, humildad, paciencia, prudencia, fortaleza, amor.  

Además, "A perdonar sólo se aprende en la vida cuando alguna vez hemos necesitado que nos perdonen mucho” (Jacinto Benavente).

Perdonar y amar, dos caras de la misma moneda:

Yo amo a aquel que me hace bien y perdono a aquel que me hace el mal y está arrepentido. Las dos cosas son indispensables.

Es tan importante perdonar que Jesús lo puso en la oración que nos enseñó para rezar al Padre, que dice: "Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Por lo tanto, perdonar tiene dos direcciones: una es perdonar a los demás y otra es pedir perdón cuando hago algo malo.

El perdón verdadero implica mirar sin rodeos el pecado, la parte inexcusable y reconciliarse a pesar de todo con la persona que lo ha cometido. Esto y nada más que esto es el perdón y siempre podremos recibirlo de Dios, si lo pedimos.

En la parábola del hijo pródigo, el hijo mayor no puede perdonar a su hermano por una sencilla razón: porque él no se considera necesitado de perdón. Siempre se ha portado bien, ha permanecido en la casa paterna y no tiene nada de qué arrepentirse. Cuando uno comprendemos que somos pecadores y necesitamos del perdón de Dios, nos será fácil perdonar a los demás.

Tenemos que ser perdonados para poder perdonar. Ya que aquél que es consciente de sus propios pecados estará más dispuesto a perdonar a su compañero.

Pero a pesar de lo anteriormente mencionado hay ocasiones en que perdonar supera la capacidad personal. Es entonces el momento de recordar que el perdón, en su esencia más profunda, es divino, por lo que se hace necesario acudir a Dios para poderlo otorgar. Es decir, pedirle a Dios las fuerzas para poder Perdonar.

Perdonar es un acto de fortaleza espiritual, un acto liberador. Sin embargo, no parece adecuado dictar comportamientos a las víctimas.

Es comprensible que una madre no pueda perdonar enseguida al asesino de su hijo. Hay que dejarle sanar todo el tiempo que necesite para que luego pueda llegar al perdón. Ya que si alguien le acusara de rencorosa o vengativa, engrandecería su herida.

Perdonar puede ser duro, pero con la ayuda de la gracia divina, es posible.

“Con mi Dios, salto los muros” Canta el Salmista. Podemos referirlo también a los muros que están en nuestros corazones.