La sagrada eucaristía

La sagrada eucaristía existe en razón de que nuestro señor Jesucristo en la última cena, la noche en que iba a ser entregado instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre para quedarse con nosotros por los siglos hasta su venida. Confiando a su esposa amada la iglesia este Sacramento, signo de unidad, vínculo de amor y banquete pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura. 

Antes de ascender al cielo, Jesús dijo que no nos dejaría huérfanos, dijo que estaría con nosotros siempre, hasta el fin de los tiempos.  En la Ultima Cena, Jesús celebró la primera Misa y nos dejó el regalo más grande.  Este regalo fue el regalo de sí mismo en la Sagrada Comunión.

En cada Misa celebrada por todo el mundo, y hasta el fin de los tiempos, Jesús desciende para estar con nosotros — Emmanuel — «Dios con nosotros».  Así como la comida nutre el cuerpo, la Sagrada Comunión nutre nuestra alma.  En la Sagrada Comunión, por gracia sacramental, el alma se nutre y se fortalece. 

Siete Formas de acrecentar nuestro amor por este Sacramento admirable:

1. Acción de Gracias: 

Debemos a cada instante y momento dar gracias a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, por el don más sublime que ha dejado a la humanidad.  La palabra «Eucaristía» significa «acción de gracias».  

Es importante que después de comulgar nos quedemos un rato dando gracias por la Misa y por la Comunión, a Dios nuestro Señor.  En lugar de irnos a hablar con un amigo, con el vecino o con quien sea, podríamos permanecer unos minutos después de la Misa dando gracias a Dios y hablando con Jesús que está en nuestro corazón.

Con el salmista, elevemos el corazón en oración diciendo: «Demos gracias al Señor porque él es bueno; porque es eterna su misericordia.»

2. Realizar Visitas Eucarísticas:

Una visita de cinco minutos, hecha con profunda fe y amor ardiente, es un gesto que enciende el corazón Eucarístico de Jesús y Él a su vez encenderá tu corazón por tu esfuerzo y atención. Démonos la oportunidad de conocer a Jesús, a quien estaremos amando y adorando ¡Para toda la eternidad! .

3. Hacer Comuniones Espirituales:

No siempre es posible recibir a Jesús en el Sacramento de la Eucaristía.  Diversos factores nos pueden impedir comulgar diariamente, pero nada puede impedir que hagamos comuniones espirituales. 

La comunión espiritual se puede hacer las veces que uno lo desee, en cualquier momento y en cualquier lugar. Un buen momento para hacer esta Comunión espiritual podría ser mientras hacemos la visita al Santísimo Sacramento.

Podemos hacer la Comunión espiritual con esta oración: "Creo, Señor mío, que estás realmente presente en El Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a Ti; Oh, señor, no permitas que me separe de Ti. Amen.

Cuando el Señor esté en tu corazón, pídele que aumente tu amor por este Sacramento de la Eucaristía. 

4. Leer sobre la Eucaristía:

La buena lectura espiritual puede encender nuestro amor a la Eucaristía.  Dos formas de  lectura son altamente recomendables: la lectura doctrinal y lectura devocional. 

¡Debemos nutrir tanto cabeza como corazón!  Son ilimitados los escritos sobre la Santa Eucaristía, tanto en el ámbito doctrinal como devocional busca algunos de ellos. 

En primer lugar, estudia el Catecismo de la Iglesia Católica para profundizar en la Eucaristía. Luego, avanza un poco más y lee tratados de santos sobre la Eucaristía.

5. Ir a la Santa Misa y Comulgar:

Sobra decir, que lo más grande que podemos hacer es asistir al Santo sacrificio de la Misa, participar plenamente, activamente y conscientemente y cada vez recibir la Santa Comunión con mayor amor.

Si conociéramos la grandeza de la Santa Misa y fuéramos capaces de comprender las maravillas que suceden en nuestra alma cuando comulgamos, sin duda moriríamos de amor. Meditemos y reflexionemos sobre la Santa Misa y la Comunión y pidamos la gracia de Dios de poder aumentar día a día nuestro amor a este admirable Sacramento.

Que nuestro objetivo sea que en cada Misa y en cada Comunión, ¡Que recibamos a nuestro Señor y Salvador con mayor amor!

6. Convertirse en Misionero de la Eucaristía: 

Hay una lazo estrecho entre el misterio de la Anunciación y la Visitación. 

En la Anunciación, María recibe a Jesús en su Inmaculado Corazón.  Se podría decir que fue la Primera Comunión de María.  Como respuesta a esta efusión de amor la madre de Dios, sin demorar, sale para llevar a Jesús a los demás, a su prima santa Isabel, quien a su avanzada edad estaba esperando a san Juan Bautista. 

Igual que María, después de recibir a Jesús en nuestros corazones en la Sagrada Comunión, se debería encender la chispa del celo apostólico en nosotros, para llevar a Jesús a otros y acercar a otros a Jesús.

7. Conoce los milagros Eucarísticos:

Investiga sobre los milagros eucarísticos que que han ocurrido por todo el mundo. Esto te ayudará a fortalecer tu fe en la Eucaristía y entender que en ella está realmente presente el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo.

Seremos santos en la medida que amemos este admirable Sacramento de la Eucaristía que debe ser el centro de nuestra vida. El fruto de recibir la Comunión con amor, devoción, fervor y debida fe es nada menos que la vida eterna, con los ángeles, los santos y la Santísima Trinidad. 

Esta fue la gran promesa de Jesús: «Yo soy el pan de vida.  Quien come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

Las puertas del cielo están abiertas para toda persona que abra el corazón a Jesús, el Pan de Vida, que llega a morar en nuestra alma en la Santa Comunión.