DAR LA OTRA MEJILLA

Poner la otra mejilla:

En el Sermón de la Montaña, Jesús nos dice: "Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra" (Mateo 5:39). Este mandato de nuestro Señor es una de las enseñanzas más radicales y difíciles de seguir.

Poner la otra mejilla no significa rendirse ante el mal o permitir que se nos trate injustamente sin hacer nada. Más bien, implica responder con el bien en lugar de con la violencia o el odio. Cuando alguien nos insulta o nos hiere, nuestro instinto natural puede ser devolver el golpe, ya sea física o verbalmente. Sin embargo, Jesús nos llama a responder de forma diferente: a responder con amor. Esto, por supuesto, cuesta, pero hace la diferencia.

Cuando respondemos con violencia, lo único que vamos a generar es más violencia. Cuando respondemos con amor estamos diciendo, en efecto, que no permitiremos que la maldad del otro dicte nuestras acciones. En lugar de responder con ira, respondemos con amor. Esto no solo desafía al agresor, sino que también lo desarma moral y espiritualmente.

Jesús nos invita a imitar a Dios, "Que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos" (Mateo 5:45). Dios muestra su amor y misericordia a todos, sin excepción. De la misma manera, estamos llamados a amar a nuestros enemigos y a orar por aquellos que nos persiguen. Este amor no es un sentimiento pasajero, sino una decisión y un compromiso de tratar a los demás con bondad, incluso cuando no lo merecen.

Cuando respondemos al odio con amor, estamos reflejando el carácter de Dios y participando en su obra de redención. Estamos mostrando al mundo un camino diferente, un camino que no busca la venganza ni la retribución, sino la reconciliación y la paz.

La Diferencia entre Justicia y Venganza

Es importante distinguir entre justicia y venganza. La justicia busca el bien común y la restauración del orden, mientras que la venganza busca infligir daño en respuesta a un daño recibido. Jesús no nos llama a ignorar la injusticia ni a permitir el abuso, sino a buscar formas de confrontar el mal sin recurrir a la violencia.

Un ejemplo claro de esto es la respuesta de Jesús cuando fue golpeado por un soldado durante su juicio. En lugar de ofrecer la otra mejilla, Jesús cuestionó al soldado: "Si he hablado mal, da testimonio de lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Juan 18:23). Jesús no estaba defendiendo su honor personal, sino señalando la injusticia de la acción del soldado. Al hacerlo, Jesús no perpetuó la violencia, sino que expuso el mal y llamó a la reflexión.

Nuestra Madre Santísima, la Virgen María, nos muestra también el camino del amor y la paciencia. Durante la pasión de su Hijo, María no buscó venganza contra aquellos que lo crucificaron. Su dolor fue inmenso, pero su respuesta fue de silencio y oración. Ella nos enseña que el verdadero poder no está en devolver mal por mal, sino en soportar el sufrimiento con fe y amor.

Es natural sentir que poner la otra mejilla es una tarea casi imposible. Desde pequeños, muchos de nosotros hemos sido enseñados a defendernos y a no dejar que otros nos hagan daño. Sin embargo, el llamado de Jesús nos invita a superar nuestra naturaleza humana y a actuar de acuerdo con los principios del Reino de Dios.

Poner la otra mejilla requiere una gran fuerza interior y una profunda confianza en Dios. No se trata de ser pasivos o débiles, sino de ser proactivos en la promoción de la paz y la justicia a través del amor. Esta actitud puede transformar corazones y comunidades, y es un testimonio poderoso del amor de Dios en acción.

Poner la otra mejilla es una invitación a vivir de acuerdo con los valores del Reino de Dios. Nos desafía a responder al mal con el bien, a la violencia con el amor, y al odio con el perdón. Este camino no es fácil, pero es el camino que Jesús nos ha mostrado con su vida y su enseñanza.

Al elegir poner la otra mejilla, estamos mostrando al mundo que hay un camino mejor que el de la venganza. 

Pidamos a Dios la gracia y la fuerza para vivir de acuerdo con este mandato, y confiemos en que, al hacerlo, estamos sembrando semillas de paz y amor en un mundo que tanto lo necesita.